En los últimos años la curva tecnológica se ha acelerado a unos niveles sorprendentes debido a la aplicación en el mundo domestico de tecnologías de las comunicaciones que antes estaban reservadas para grandes proyectos, pero que cada vez más se usan en pequeños desarrollos accesibles para cualquiera.
Esta popularización de las aplicaciones es posible gracias a la llegada de los móviles, que sobrepasan con creces la mera funcionalidad del teléfono. España es uno de los países con mayor cantidad de móviles por cada 1000 habitantes. En otras cosas estamos en los últimos puestos de las listas europeas, pero en móviles la penetración en cualquier capa de la sociedad y a casi cualquier edad es altísima.
Este caldo de cultivo hace que surjan muchos pequeños desarrolladores de aplicaciones y accesorios, que usando el móvil como base comunicativa resuelven tareas de la vida diaria. Se abaratan los costes de investigación y permiten que se conviertan de prototipos a realidad en muy corto plazo de tiempo.
El concepto de una persona-un dispositivo (al menos uno; hay usuarios con 2, incluso 3 móviles), permite que todos podamos, de forma individualizada, acceder a las tecnologías. Ya no es algo reservado para unos pocos usuarios muy avanzados en informática. Y en nuestras universidades hay muchísimos proyectos que van viendo la luz de forma creciente.
Un ejemplo de ello es el de Escuela Politécnica de Burgos en la que se acaba de presentar un "Avisador de electrodomésticos para discapacitados auditivos”, que aprovecha los cambios de tensión eléctrica de los electrodomésticos para avisar al móvil de cuándo el electrodoméstico termina su función. La lavadora ha terminado, llaman a la puerta, etc.
El gran reto ahora es conseguir una comercialización eficaz de los prototipos. En esto la nueva legislación para el fomento de los emprendedores tendrá un papel decisivo, a pesar de que no resuelve la financiación de proyectos que sigue siendo nuestra gran asignatura pendiente.